Tiedra es un pueblo de la provincia de Valladolid que conserva un montón de tradiciones destacando la celebración de las Águedas, fiesta de mujeres por excelencia, en la que las féminas del pueblo bailan al son de la dulzaina y el redoblante ataviadas con la indumentaria tradicional que pasan de generación en generación. Esta fiesta se conserva gracias a una cofradía cuya existencia se documenta desde al siglo XVII. Es pues, una tradición viva y no una recreación de la misma.
Nos dirigimos a tocar en las fiestas de este pueblo castellano de unos 500 habitantes después de darlo todo en uno de los festivales folk más multitudinarios de toda España. Nos gustan los contrastes y sobre todo poner los pies en el suelo después del subidón de Folk Plasencia.
El concierto va a tener lugar en "El Pósito", edificio civil que servía para almacenar la reserva de grano del pueblo para las épocas de escasez. Tiene unos muros de piedra de, a ojo, unos dos metros de espesor y la cubierta par-hilera de madera muy bien conservada y restaurada. El Pósito ahora se usa para actos culturales y para ello está acondicionado con butacas, un escenario bien majo e iluminación.
El equipo lo poníamos nosotros así que nada más llegar nos pusimos manos a la obra dándonos cuenta de que nos habíamos dejado tres cables de alimentación sin los que no había nada que hacer. Todo quedó en una anécdota gracias a Juan Velicia, vecino de Castromembibre, y buen amigo del grupo. Juan se marcho pitando a su pueblo y volvió con el cable de alimentación de la torre del PC, el de la pantalla y el de la impresora y todo se arregló. Ufffff!
La prueba de sonido se desarrolló sin problemas y nos fuimos a tomar una cañita al bar del pueblo, tras lo cual nos hicimos con unos botellines de agua y regresamos al pósito.
Desde luego que no nos esperábamos tal afluencia de público. Aquello estaba a reventar y algunas personas tuvieron que quedarse fuera. Cuando el público se mete tanto en el concierto el músico se crece y da lo mejor de sí, esto es lo que pasó en Tiedra. En la primera fila había una señora vestida de negro que parecía pasar ampliamente de los 80 años y que nos dio la alegría del siglo con sus palmas, sus risas y sus comentarios durante las rabeladas de los bises. Da gusto ver como la música tradicional es capaz de unir generaciones y conectar tanto con niños como mayores. ¡Se ponen los pelos como escarpias! También da gusto ver que se te acaban las dos cajas de discos que has llevado, en un auditorio en el que habría unas 100 personas de un pueblo de 500 habitantes...para qué lo vamos a negar.
Después del concierto, Nunilo, el señor alcalde, nos preparó una merienda-cena a base de embutidos, queso y vino de la Tierra y nos llevó a tomar el postre a su peña de toda la vida entre sus amigos. Tres hurras por el señor alcalde.
Con la emoción del momento y la compañía de Almudena e Higuera nos fuimos al bar a comprar media jaula de cervezas para asistir bien pertrechados a la verbena (una entera se calienta). Lo demás sólo nos incumbe a los habitantes de Tiedra y a nosostros...
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